jueves, agosto 11, 2011

Recado de los #30libros


Bueno, pues tras varios meses de no caer en un meme, cedo al de-moda-de-novedad y van mis #30libros. La verdad es que lo disfruté bastante, así que los invito a dejar los suyos con todo y sus anécdotas o comentarios :)



1. Uno que leyó de una sentada.
El cuaderno rojo, de Paul Auster. Qué rabia me da no haberlo escrito yo.

2. Uno que se haya demorado mucho en leer.
Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Me devoré la primera parte y me costó engancharme con la segunda.

3. Uno que sea un placer culposo.
Compro, luego existo, de Guadalupe Loaeza. Por favor no me avienten objetos hirientes cuando me vean.

4. Uno que le gusta a todos menos a usted.
He leído tres de Bukowski y nomás no le hallo el gusto.

5. Uno de viajes.
Three men in a boat, de Jerome K. Jerome. Lo leí bien chavita en español y luego lo compré en inglés. En ambos idiomas es un gran libro.

6. Uno de un Nobel.
La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa. Mi libro favorito durante mucho tiempo.

7. Uno muy divertido.
La princesa del Palacio de Hierro, de Gustavo Sainz. Aunque aquí también entraría cualquiera de
Jorge Ibargüengoitia.

8. Uno para leer por fragmentos.
Las redes imaginarias del poder político, de Roger Bartra.

9. Uno con una excelente versión cinematográfica.
El Padrino, de Mario Puzo.

10. Uno con una pésima versión cinematográfica.
Rosario Tijeras, de Jorge Franco.

11. Uno que lo haya motivado a visitar algún lugar.
Sé que esto puede parecer un poco tonto, pero leí Elvis y yo de Priscilla Presley y desde entonces moría por conocer Graceland. Fui en 2009.

12. Una biografía.
Mi hijo el Che, de Ernesto Guevara Lynch. Además es el primer libro que me regaló mi hijo.

13. El primer libro que leyó en su vida.
Si cierro los ojos recuerdo el libro perfectamente, era de cuentos pero no eran conocidos. No tengo idea de cómo se llamaba. Un recuerdo posterior es un libro de cuentos de Hans Christian Andersen que me regaló mi abuela.

14. Uno que haya odiado hace años y hoy admira.
Entrevista con la Historia, de Oriana Fallaci. Cuando empecé a estudiar me molestaba mucho el formato y el tono de ella, que siempre me ha parecido arrogante. Hoy son otras las cosas que veo en él, es un gran documento de su tiempo.

15. Uno que haya amado hace años y del que hoy reniega.
Para leer al Pato Donald, de Armand Mattelart. No reniego de él, pero lo veo con ojos mucho más críticos.

16. Uno ruso que sí haya leído.
Ana Karenina, de Leon Tolstoi. Lo leí después de haberme enamorado de Teresa, el personaje de La insoportable levedad del ser.

17. Uno de este año.
La fuerza de la razón, del juez Baltasar Garzón.

18. El que más veces ha leído.
Yo creo que es Con y sin nostalgia, de Mario Benedetti; pero hace mucho que no lo leo.

19. Uno que lo haya sorprendido por bueno.
La loca de la casa, de Rosa Montero.

20. Uno que lo haya sorprendido por malo.
Memoria de mis putas tristes, de García Márquez.

21. Uno de cuentos (no valen antologías).
Doce cuentos peregrinos, de García Márquez.

22. Uno de poemas (no valen antologías).
Poemas de otros, de Mario Benedetti.

23. Uno que le gustaría volver a leer en su vejez.
El viejo y el Mar, de Ernest Hemingway.

24. Uno que no le prestaría a nadie.
Odio prestar cualquier libro, pero el que menos prestaría es La miseria del mundo, de Pierre Bourdieu.

25. Uno para aprender a perder.
As I lay dying, de William Faulkner.

26. Uno que asocie con la música que le gusta.
La balada de John y Yoko, de Rolling Stone.

27. Un libro que le regalaron y no le gustó.
La vida está en otra parte, de Milan Kundera. Nomás no enganchó.

28. Uno que lo haya asustado.
Oficio de tinieblas, de Rosario Castellanos.

29. Uno que se haya robado.
Los rituales del caos, de Carlos Monsiváis. Pero es que deveras no tenía dinero.

30. Uno que pueda salvar vidas.
Los cínicos no sirven para este oficio, de Ryszard Kapuscinski. Hablo de salvar vidas tanto en sentido figurado como literal.


Compártanme algo de los suyos, anden.

viernes, julio 29, 2011

Recado del cuarto piso, departamento uno


El año pasado llegué al cuarto piso.
De lo primero que me di cuenta es que la cosa no era tan aterradora como sonaba. Sí, para las mujeres puede ser fuerte convertirse en una cuarentona, espantosa palabra despectiva y grotesca (porque una mujer de veinte no es una "veintona", ¿o sí?) para designar a una mujer que entra en la cosecha. Porque mire usted, esto es lo segundo de lo que me di cuenta: en la cuarta década se te regresa lo de las otras tres. Todo: lo que construíste durante tu infancia y adolescencia en el seno de tu familia, lo que le chingaste durante tus veintes, lo que multiplicaste durante tus treintas, el cuidado y el descuido, el abuso y el pudor; todo se te regresa.

Cuando cumplí cuarenta años y un día, me di cuenta de que yo era la misma: jefa, echada pa'lante, necia, mandona, pedera, distraída y llena de sonrisas, pero que en realidad todo ello estaba envuelto en una súbita calma: la calma de haber cruzado la línea y estar del otro lado sin sobresaltos. Después de los cuarenta, del famoso cuarto piso, lo que sigue es lo de menos: da lo mismo tener cuarenta y dos que cuarenta y cuatro, que cuarenta y seis. El paso ya lo diste, y lo que te queda por hacer los siguientes nueve años, es pasártela pocamadre, recogiendo la cosecha que, en la mayoría de los casos, es bien buena requetebuena. Así que parada en el departamento uno del cuarto piso, no me queda más que compartir con ustedes la famosa,y bien cierta, frase de Mae West:

You only live once, but if you work it right, once is enough.




Hoy cumplo cuarenta y un años.


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¿Más chisme?


miércoles, julio 13, 2011

Recado sobre la apología de la pobreza



“Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el Reino de los Cielos”. Con este cuento chino plasmado en la Biblia, pero también en otros libros religiosos que utilizan formulismos similares, una pequeñísima parte de la humanidad ha logrado mantener a raya a la restante gran mayoría. La pequeñísima parte, desde luego, es la que posee el mayor porcentaje de la riqueza del mundo; la gran mayoría mantenida a raya, sobrevive por debajo de la justa medianía sugerida por Juárez, pero goza del consuelo de que algún día verá a su dios.

Si hay un pueblo que ha comprado ese mito completito, es el pueblo latinoamericano. Desde luego el caso que mejor conozco es el de México, pero debido a la influencia de la Iglesia Católica, la mayor parte de los países de América Latina cojea del mismo pie: el pobre es bueno, noble, con valores, aprecia lo que verdaderamente importa, es honrado y trabajador. Por esta razón, aunque sufra mucho, al final de la vida tendrá su recompensa: una muerte que lo conducirá derechito al paraíso. El rico, por su parte, es huraño, desalmado, materialista, sin afectos, cínico, mañoso y culero. Se da una gran vida y abusa de los pobres; pero claro, cuando muera, arderá en el infierno.

Aunque parece que estos estereotipos son extremistas, y aunque la mayoría podríamos decir que los conocemos, pero que de ninguna manera comulgamos con ellos, resulta interesante ver cómo en todo momento aparecen como parte de un sistema de valores que la sociedad mexicana-latinoamericana legitima sobre la marcha, permitiendo que los engranes de la maquinita que echó a andar tal sistema sigan funcionando aceitados para preservar el status quo: los pobres siguen pobres, los ricos siguen ricos, y la muerte pondrá a cada quien en su lugar.

Si bien en el caso mexicano algunas manifestaciones arquetípicas del sistema de valores del que hablo se han dado en los medios de comunicación (quién puede olvidar al Torito, tan bueno y noble y honrado y chambeador, él), pequeñas réplicas del mismo se nos van apareciendo a cada paso. En términos generales, vivimos en una sociedad en la cual el pobre desprecia a quien tiene dinero, lo descalifica y automáticamente éste se convierte en el motivo de su burla: es el popis, el fresa, el ricachón, el de arriba. El discurso clasista de Andrés Manuel López Obrador es un buen ejemplo: apenas hace un mes me tocó escuchar en el Zócalo de la ciudad de México su mensaje más reciente: no debemos estar en contra de todos los panistas, porque los panistas “de abajo” no son malos, sólo son víctimas de los panistas “de arriba”; a esos de arriba es a los que hay que atajar. En ese universo no hay gente buena con dinero ni pobres culeros.

El discurso que divide se encuentra también en la vida cotidiana. En la vida diaria, entre la gente a la que frecuento, e incluso entre la gente a la que sigo, por ejemplo, en tuiter, es común encontrar a quienes se burlan de las personas que pagan más que ellos por algunos bienes; hay quienes suelen jactarse de las tranzas por las cuales se hacen de servicios sin pagar completamente por ellos, de lo barato que han conseguido algo en el mercado negro o gracias a la piratería, e incluso de los beneficios de recibir apoyos por parte del gobierno. Me ha tocado leer a quienes cuentan cómo con poco dinero han comprado objetos o alimentos y se burlan de quienes pagan más, sin pensar que cuando pagas poco por una fruta o una verdura, es porque al que la produce también le están pagando poco por su trabajo. Hay una obsesión por demostrar que el pobre es listo, trácala, que saca ventaja de los otros, que le da la vuelta al que tiene más que él y que al final siempre gana y se chinga a los demás. “Pobre pero abusado”, viene a ser el nuevo “pobre pero honrado”.

Hace un tiempo una amiga que es maestra de bachillerato me contaba que sus alumnos se sorprendieron al conocer el monto de la fortuna de Bill Gates, y el hecho de que desde muy joven había logrado el éxito financiero. “Yo les dije: pues sí, pero esas personas están solas, su dinero no les sirve de nada”, me dijo mi amiga muy orgullosa. “De hecho creo que es el soltero más codiciado, porque ni familia tiene”. Yo le recordé a mi amiga que eso no es cierto: Bill Gates sí tiene familia, Melinda Gates, su guapa esposa, encabeza varias fundaciones que se dedican a becar estudiantes sin recursos, y nada me hace pensar que la tal pareja esté más o menos sola que cualquiera de las parejas que viven en una unidad del Infonavit.

Aunque los gobiernos suelen aprovechar en su favor el discurso que vende a la pobreza como una cualidad superior, admirable, sin duda la mayor beneficiaria de tal maniqueísmo es la Iglesia Católica. Bienaventurados los que van a misa y dejan su limosna aunque no tengan para comer, y dejan a sus niños para que canten en el coro y funjan como monaguillos, porque ellos verán a dios. Bienaventurados los que se meten unas chingas de tres horas en el transporte público, ocho horas en un empleo, cuatro en el otro, otras tres horas en el transporte público de regreso a su casa, para llegar a encontrar dormidos a sus cuatro hijos chorreando mocos y con la panza llena de lombrices, todos durmiendo en un solo cuarto, porque ellos serán llamados a la gloria. Bienaventurados los que sufren, porque de ellos será el reino ese del cual no tenemos ninguna certeza, mientras en el paraíso terrenal los obispos y cardenales manotean enseñando sus anillos de oro, se transportan en autos lujosos y viven rodeados de oropel sin saber lo que es el hambre o la sed. Bienaventurados los que no cuestionan y se conforman con el amor de su familia, porque mientras haya familia y amor el dinero es lo de menos, y le hacemos otro hoyito al cinturón, y nosotros somos chingones y salimos adelante, y además ganó la Selección.

Hace unos días murió Facundo Cabral y entre las personas que rescataron sus canciones por este motivo, muchas eligieron Pobrecito mi patrón para recordarlo. La letra de esa canción dice así:

Juan Comodoro,
buscando agua encontró petróleo,
se volvió rico...
pero se murió de sed...
(…)

Mas que el oro es la pobreza,
lo mas caro en la existencia...
Pobrecito mi patrón
piensa que el pobre soy yo...

Solamente lo barato,
se compra con el dinero...
Pobrecito mi patrón
piensa que el pobre soy yo...

Que me importa ganar diez,
si sé contar hasta seis...
Pobrecito mi patrón
piensa que el pobre soy yo...


Y a mí me vuelve a entrar la rabia, porque nuestra cursi, cursísima alma latinoamericana, a pesar de nuestros grados académicos y nuestras lecturas de Marx, sigue haciendo esta ridícula apología de la pobreza. La verdad es que a mí me gusta ganar diez, y al que sólo sepa contar hasta seis, pues enseñémoslo a contar hasta cien.

jueves, junio 30, 2011

Recado pa' tomarnos un café


Bueno, ustedes no perdonan, gente. Apenas digo "ya regresé" y ya me están tronando el látigo: "Ya pasaron muchos días, no has puesto nada, blah" (te estoy viendo, Carmen). Ah, pero es que miren: yo escribía, pero para otro changarro.

Resulta que Ángel, echándole leña al fuego del regreso, me invitó a participar en la sección Blogger Café de su blog El Ornitorrinco en Línea. La cosa era escribir por qué blogueo, para quién, usando qué herramientas, con qué frecuencia, largo etcétera.

Redactando el textito me fue cayendo el veinte una vez más de lo chido que se da la relación con el mundo a través de un blog. Como en el recado anterior me puse re-cursi, no repetiré aquí nada de eso, pero si alguien lo quiere leer, vaya corriendo al citado texto y echémonos una platicada allá. Cuéntenme, por ejemplo, cuál ha sido la mejor experiencia que han tenido a raíz de que escriben su blog, qué cosas chidas les ha dejado, qué es lo que ven venir. Tenemos un buen pretexto para reivindicarlos, que al fin son nuestros.

Dicho lo anterior, píquele usted

miércoles, junio 22, 2011

Recado sobre volver (recado de quinto aniversario)



Hace algunas semanas intercambiaba tuits con alguien con respecto al escabroso tema de las nacionalidades y los estereotipos vinculados con ellas. En tuiter, debido a la restricción de 140 caracteres, resulta muy difícil exponer argumentos bien sustentados sin correr el riesgo de que se caiga en malentendidos. Como la brevedad se impone, el que escribe debe eliminar las palabras “colchón”, como les llamo yo; aquellas gracias a las cuales las frases suenan más amables, menos agresivas y que dejan en claro que aunque uno tenga puntos de vista diferentes, un intercambio de argumentos no es necesariamente un pleito.

Siento que debido a esta circunstancia las personas pueden sentirse agredidas cuando planteas una opinión distinta a la de ellas, por lo que opté por retirarme del debate. Como espectadora de tuiter he visto esta situación con más frecuencia de la que quisiera, y esto es porque se nos olvida que para el intercambio inteligente de ideas bien desarrolladas existen otras plataformas menos efímeras y que logran mejor su objetivo. Y entre ellas, sin duda el rey sigue siendo el blog.

Durante el último año, año y medio, la debacle de los blogs se volvió cada vez más evidente; la mayoría postea menos y muchos dejaron de actualizar hace meses. Nos fuimos con la inmediatez del tuiter, el fix de información-alimentodelego-satisfactordelvouyerismo que la maquinita de las frasecitas cortas nos da con abundancia en bien poquitos minutos. Sin embargo en los últimos días he conversado con algunas personas y todos coincidimos: necesitamos que vuelva el debate inteligente, el razonamiento pausado, el orden en las ideas, el argumento sólido y el regocijo de la palabra, sobre todo si ésta es en español: necesitamos que regresen los blogs.

Dicen que no hay quinto malo, y trepándome oportunistamente en este dicharajo, he decidido por enésima vez revivir este blog. Sé que no tendrá la actividad frenética que tuvo en sus mejores momentos, cuando todos nos leíamos, nos comentábamos, debatíamos y nos tomábamos el tiempo para leer; sin embargo confío en que algo bueno saldrá del esfuerzo y que más de alguna vez una idea brillante se cruzará por estas líneas –muy probablemente en los comentarios más que en los posts. Ojalá esto ayude para que volvamos a escucharnos más allá de 140 caracteres.




Esta foto me la tomó mi madre el día de mi quinto cumpleaños ¿Se fijan? Con cinco pisos en el pastel. Hoy mi blog cumple cinco años, y porque no hay quinto malo, comparto con ustedes mi voto para que cumpla muchos más.

Re-empezamos.

jueves, noviembre 25, 2010

Recado que da las gracias (recado de mi mamá)


Como algunos de ustedes saben, este jueves se celebra en Estados Unidos el Día de Acción de Gracias. Ya en un recado anterior hablé sobre lo que esta fecha significa para mí, así que en esta ocasión la aprovecho para hablar de una de las cosas por las que más agradecida estoy con la vida: mi hermosa mamá.

Ya ven que uno a veces da por sentadas las cosas. Tienes cosas buenas, chidas, y te acostumbras tanto que a veces las dejas de ver. En el caso de mi mamá, yo doy por hecho, y a veces olvido, lo chida y alivianada que puede ser esa señora que me amarraba los zapatos y me compraba libros hace treintaytantos años, y que ahora, a sus sesentaytantos, me viene a visitar para hacerme chiles rellenos y sopa de fideos.

Ah, pero afortunadamente siempre hay algo que hace que lo recuerdes; en esta ocasión:

Una tienda de sombreros.












No sé quién fue el encargado de repartir mamás, pero desde aquí, gracias por la que me tocó.


miércoles, septiembre 22, 2010

Recado de los 100 años



Hoy nuestra UNAM, mi casa, nuestra alma mater, nuestro orgullo mexicano, cumple 100 años. Y las razones de mi orgullo personal, están en el Recado Azul y Oro.

¡Cómo no te voy a querer!


miércoles, septiembre 15, 2010

Recado de congruencia y amor



1- La mayor fortuna de mi vida es haber nacido en la Ciudad de México. Esa es la variable que determinó gran parte de mi carácter, de mi manera de ver y entender el mundo, la que moldeó mi personalidad.

Para mí, en la Ciudad de México se concentra lo mejor de mi país. Ser mexicano, para mí, necesariamente atraviesa por el DeFe, “la capital”, el sitio donde palpita la vida política, financiera, cultural, deportiva, la industria del entretenimiento y la del mercado negro, la maquinaria que mueve al país, en donde una quinta parte de sus habitantes -¡los de todo el país!- cada día se parten la madre para llegar a sus casas sonrientes cargando con una bolsita de pan.

En el DeFe aprendí a amar a México. Desde ahí supe identificar acentos, comidas, atuendos, a reírme de ellos a veces y también a apreciar y a respetar. Desde ahí emprendí recorridos en autobús, lo mismo hacia la frontera norte, donde el Río Grande y el Golfo se encuentran, que hacia el sur, en donde no hay barda ni alambre ni border Patrol, sino una plaquita con un círculo que de un lado dice Guatemala y del otro el nombre de mi país. Desde la cuidad de México he visto el orgullo de cada persona que llega “de fuera” y de los que como yo, nacidos en medio de la amalgama, somos capaces de conmovernos hasta las lágrimas cuando la lluvia desprende el olor a cemento mojado de las banquetas de CU.

A México, a lo largo de mi vida, me lo fueron inyectando intravenoso y de a poquito.


2- Con este antecedente, la decisión que marcó mi vida reciente sin duda fue la de hacer una maleta para ver que había más allá de mi país. No fue una decisión difícil ni dolorosa, porque sabía que no perdía nada; cuando tienes la certeza de lo tuyo, cuando tienes la raíz bien afianzada, te lanzas al vacío con lo que tienes, sabiendo que pase lo que pase, tienes a dónde volver. Así de importante es para nosotros, los mexicanos migrantes, la estabilidad de nuestro país. No es que nuestra vida presente dependa de ello; es que nuestro futuro, nuestra esperanza, el punto del que nos agarramos mientras rolamos por la vida, radica en eso que es lo único nuestro. Sé que el concepto es muy difícil de entender para quien no ha vivido fuera de su tierra, pero un mexicano fuera de su país, se vuelve más, y más, y más mexicano cada vez.


3- Pensar en México en los últimos tiempos duele. Si no lo quisiera, si fuera como esas personas que dejan la patria atrás con desdén y se alegran de no volver, la cosa carecería de importancia. Pero amar a tu país y verlo como está, va consumiendo el alma y pone a prueba el amor. Sólo descubro cuán grande es cuando a gritos defiendo a mi gente, a mi tierra, cuando alguien osa hablar de las matanzas, y el narco, y la corrupción. A voces y a golpes si fuera necesario, le callo la boca al salvadoreño, al guatemalteco, al colombiano, al boricua que todos los días mueve la cabeza al ver las noticias y me ve con compasión. Al que se burla de mi pueblo pelele porque a pesar de que le matan a su gente, compra banderas y va al Zócalo a hacerle bola al presidente, a legitimar la burla, a formar parte de la estadística oficial. Por amor me callo la boca y no digo que es cierto, que tienen razón; trago saliva y hablo en cambio de mi ciudad, mi gran orgullo; hablo de lo que he visto, lo que sé, lo que he aprendido y lo que he hecho con mi vida; me pongo sobre una mesa de exhibición y les digo que lo que ven es México; que México soy yo. Que alguien se atreva a vilipendiar a una patria que los mira desde mi rostro.


4- A pesar de ello, sé que tienen razón. Yo quiero hablar del pueblo libre, de la universidad pública, del sentido del humor de Monsi, de la solidaridad del 85, de todas esas cosas cursis de las cuales ya hemos escrito tanto, tantas veces. Pero me caen encima los papás de la ABC, los 72 asesinados, el cinismo del narco y el cinismo peor aún del fulano que ostenta el cargo de presidente. Me retumba en la cabeza la voz del migrante con el que hablé la semana pasada, que me contó que al ser deportado a Reynosa, los policías federales lo asaltaron. Me duele la sangre, los muertos, la incertidumbre, la manera en que a nosotros, los migrantes, nos arrancaron nuestra única certeza. Me encabrona hasta el alma que me quitaran el punto de apoyo para ir por el mundo arriesgando hasta lo puesto; me indigna, me ofende, me cala que me quitaran la esperanza de regresar a casa para disfrutar los frutos de la chinga lejos de ella.

Este 15 de septiembre, esperado por años, era un día para celebrar. Para agitar las banderas por todo lo alto y gritar Viva México con el alma. Mi corazón, mi amor enorme por mi patria, la de a de veras, me lo pide; pero mi congruencia, aquella aprendida también gracias a lo que me enseñó mi país, me reclama prudencia. Porque yo no brindo con el que mata a mi hermano, porque yo no soy comparsa de nadie, el gobierno mexicano se puede meter su bicentenario por la cola.

Este 15 de septiembre yo sólo amo a mi México como se ama lo propio, en privado y con pasión; cierro los ojos con orgullo y sé que no soy de México, no señor; sonrío, y sé que México es mío.